¿¿¿Podemos???

En las pasadas elecciones al Parlamento Europeo celebradas este año irrumpió en el panorama político una nueva formación aún en ciernes; semidesconocida para una gran mayoría de la población de nuestro país. En los últimos datos emitidos por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) hace pocos días, esta formación lideraba la intención directa de voto por encima de los dos grandes partidos (PP – PSOE). “PODEMOS”, un movimiento ciudadano financiado en gran parte mediante las redes sociales y el micromecenazgo; sin apenas campaña electoral; y encabezado por individuos desconocidos en el panorama político en nuestro país; ha pasado en pocos meses de la clandestinidad a suponer, a día de hoy, una alternativa real de gobierno.

Pero, ¿qué es “Podemos”?. Las caras visibles de esta formación lo describen, a grandes rasgos, como un movimiento ciudadano que supone un intento de participación directa de la población en nuestro sistema político y que trae implícito un cambio en la manera de concebir la Democracia y una ruptura con los métodos tradicionales utilizados por los dos grandes partidos que han monopolizado el poder desde prácticamente su instauración. Por otro lado los detractores identifican este movimiento y sus caras visibles como “populistas” (utilizando la palabra en su sentido peyorativo); vinculándolo directamente con gobiernos de países como Venezuela o Bolivia, y lo presentan como una alternativa demagógica que no tiene cabida en una democracia integrada en la Unión Europea y cuyos postulados no van a poder llevarse a la práctica en el sistema político-económico imperante, por lo que a la larga se trata de una alternativa ficticia.

Sin entrar a valorar los argumentos de unos y de otros, lo que ha puesto de manifiesto la irrupción meteórica de este movimiento, es el hartazgo y la decepción de una gran parte de la población con la situación social, política y económica que vivimos en la actualidad relacionándola directamente con las políticas ejercidas en los últimos años por los dos grandes partidos de nuestro país. A este hartazgo se le unen otros factores como el sentimiento de engaño debido al incumplimiento sistemático y sin ninguna responsabilidad de los compromisos adquiridos de estos partidos con la población mediante sus programas políticos; amén de un sentimiento de rabia o rechazo acentuado por la interminable lista de casos de corrupción que salen a la luz prácticamente a diario y que coinciden en el tiempo con los recortes draconianos en ámbitos tan básicos y tan delicados para la vida como Sanidad, Educación o las políticas sociales y de igualdad. Este cúmulo de circunstancias, junto con otras muchas, han creado un caldo de cultivo que ha provocado un trasvase de confianza ciudadana desde distintas ideologías políticas hacia una alternativa que, sin tener aún un programa de acción plenamente definido, al menos propone un cambio en la manera de hacer política; y que se ve beneficiada por el hecho de estar encabezada por personas que no han ejercido cargos políticos con anterioridad y, por tanto, no han sufrido el desgaste lógico del poder.

Quizás antes de valorar a “Podemos” como posible alternativa; habría que valorar porqué hemos llegado a ese sentimiento de engaño y hartazgo con nuestra clase política; y en esta valoración cabe hacer una severa autocrítica. Tras la efusividad inicial por la llegada de un nuevo panorama político en España y el cambio que supuso, paulatinamente la situación se fue “normalizando”. Durante las últimas décadas la inmensa mayoría de ciudadanos han limitado su papel dentro de nuestra democracia al mero hecho de introducir un sobre en una urna seguido de un silencio y despreocupación por sus funciones como ostentadores de la Soberanía Popular, delegando dicha soberanía en una élite de personas que se han dedicado profesionalmente a la política y que, en muchos de los casos no han hecho otra cosa en toda su vida.

La “comodidad de ser dominados” ha revertido el carácter de la Democracia, y ha supuesto en la práctica el acaparamiento de las Instituciones por esta élite (a la que ahora se le llama “casta”). Este hecho ha provocado una brecha cada vez mayor entre los gobernantes y el conjunto de la población que, ante la falta de control ciudadano y la “borrachera” de poder se han visto ante la más absoluta impunidad acabando con principios tan básicos para un sistema democrático como la Separación de Poderes; la independencia de los medios de comunicación; y un largo etcétera que ha desembocado en la situación actual de corrupción y trato desigual de los ciudadanos ante la Ley.

Ante esta situación lo que la gente ha comenzado a demandar, más que a un líder o a unas siglas determinadas, es un cambio en la manera de hacer política; ante esta realidad, unas caras nuevas y unas siglas nuevas como ofrece Podemos han supuesto una condición indispensable a la hora de canalizar esta demanda y de ahí el ascenso meteórico de este movimiento.

Pero todo tiene su contrapunto, y en este caso quizás pueda ser precisamente el exceso de esperanza. En los bares, en las tertulias, en la calle; escucho hablar a la gente de Podemos, en la mayoría de los casos refiriéndose en tercera persona; depositando su confianza en votar a esta formación en las próximas elecciones como la solución a todos los males. Volvemos al mismo error de atrás, Podemos no es una fuerza divina, ni Pablo Iglesias es un mesías con poderes sobrehumanos que tienen la condición de cambiar todo de la noche a la mañana; si se quiere un cambio hay que empezar a cambiar la actitud de cada uno (hay que empezar a hablar de política en primera persona); si se quiere recuperar la Soberanía hay que estar dispuestos a ejercerla. El éxito de Podemos o de cualquier otra iniciativa similar no depende de sus líderes ni de sus ideas; el éxito dependerá directamente del grado de implicación de la población; y eso implica además de votar o no, el dedicar diariamente y cada uno en la medida de sus posibilidades, tiempo y energías a interesarse por la actuación de nuestros gobernantes; del cumplimiento de sus programas; de la transparencia en el ejercicio de sus funciones; de estar al tanto y valorar las distintas leyes que promulguen, así como de que estas sean justas y se cumplan; y todo esto es una tarea ardua pero imprescindible para que una democracia pueda ser real.

Un primer paso en esta tarea y, que pone de manifiesto el segundo error a la hora de referirse a Podemos, sería empezar por lo local y no esperar una solución a gran escala que nos venga de Madrid o de Bruselas; el trabajo debe de empezar en el entorno más cercano. En esta dirección, en días pasados se ha creado la iniciativa “Ganemos CLM”, unas nuevas siglas que aglutinan una gran diversidad de formaciones políticas (entre las que posiblemente se incluirá Podemos), plataformas ciudadanas, organizaciones sociales, y ciudadanos a título individual, nacida con la intención de suponer una alternativa a los partidos gobernantes en nuestra región en las próximas elecciones regionales y municipales. En espera de ver las propuestas que se incluirán en el programa político, de entrada la formación de este nuevo movimiento (que surgió en Cataluña y ya viene funcionando en otras zonas del Estado), supone un punto de entendimiento entre gentes muy dispares y unas ganas de colaboración y de implicación de otras muchas personas que nunca antes habían participado en partidos políticos y que se suman a título individual, lo que puede ayudar a este proceso de concienciación ciudadana.

Un ejemplo claro de lo expuesto anteriormente lo tenemos en nuestra propia localidad, donde desde hace más de una década viene funcionando una plataforma ciudadana, el Foro Social (que para el que lo quiera ver así, en la práctica puede suponer una especie de “Podemos” aunque al margen del sistema de partidos), desde donde se están promoviendo constantemente la participación ciudadana mediante actos y acciones y donde la implicación de la gente no es todo lo numerosa que cabría esperar en una población donde “Podemos” obtuvo 197 votos en las pasadas elecciones al Parlamento Europeo (cifra que se verá incrementada a buen seguro en las próximas).

Sea de la ideología que se sea, lo que esta claro es que el próximo año se abre un panorama político distinto con el presumible fin de la supremacía de los dos grandes partidos que han ostentado el poder durante las últimas décadas (bipartidismo) y con una mayor incidencia de nuevas formaciones o de otras ya existentes; a lo que se le sumarán, ante la asfixiante situación económica y social, mayores demandas ciudadanas contra los excesos cometidos por los gobernantes. Una gran parte de la ciudadanía viene manifestando malestar y ganas de cambio ante los errores que nos han llevado a la situación actual; pero eso no se conseguirá con un mero voto. La crisis ha servido para poner los pies en el suelo a la gente de la calle y para extender la idea de que no se va a volver de ninguna de las maneras a la situación de años pasados. Quizás esa dosis de realismo sea la que provoque el necesario cambio de actitud hacia una mayor concienciación social del papel de la ciudadanía en las Instituciones, algo imprescindible para la regeneración política que las nuevas generaciones demandan. Tras el fracaso de la política “tradicional”, los ciudadanos nos encontramos hoy, no sólo ante el reto de asumir ese papel, sino también de trasmitirlo a su vez a las generaciones venideras.

¿PODREMOS?

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